Congreso del Partido de los Socialistas Europeos en Malaga: Discurso del Alto representante Josep Borrell
Compañeros y compañeras, quiero felicitar a Stefan [Löfven] por su reelección como presidente de nuestro partido y daros las gracias por dejarme compartir con vosotros alguna reflexión sobre la política exterior de Europa en este momento y sus principales problemas. Problemas no faltan. En este fin de año supone al menos una doble prueba para Europa.
Primero en Ucrania, donde la perspectiva de la victoria sobre Rusia no es inmediata, y donde los europeos que tenemos los medios necesarios para ello, tenemos que estar dispuestos política y materialmente a ayudar a Ucrania, a seguirla ayudando e incluso a tomar el relevo de Estados Unidos si, como quizá sea probable, su apoyo disminuye.
Y sobre Gaza, donde está ocurriendo una tragedia humanitaria y sobre la cual Europa ha llevado su división a las Naciones Unidas. Lo que está ocurriendo en Gaza es la consecuencia de un fallo político y moral de la comunidad internacional, que no ha hecho todo lo que debía, 30 años después de los acuerdos de Oslo, ¡30 años!, para hacer una realidad la solución de los dos Estados. Y hoy el número de colonos israelíes en los territorios ocupados, porque sí, así se llaman, territorios ocupados, es cuatro veces más grande que hace 30 años y el territorio palestino se ha dividido en un archipiélago de zonas no conectadas entre ellas, lo cual hace ciertamente mucho más difícil llevar a la práctica la solución de los dos Estados, que hemos estado repitiendo una y otra vez que era la solución.
En Europa somos la zona más próxima a la mayoría de los grandes desequilibrios del mundo. Podemos decir que estamos en el ojo de un huracán. Ya sean guerras, conflictos, desigualdades, superpoblación y no en casa, sino en el entorno inmediato. Y obviamente migraciones que son la consecuencia de la inestabilidad, de la desigualdad, de la superpoblación, de muchos países de nuestro entorno, particularmente en África. Y todo eso le produce miedo a la sociedad europea. Temor. Y el miedo no es un buen consejero. Pero esta es la dura realidad que tendremos que asumir en vísperas de las próximas elecciones europeas, de cuya importancia no hace falta que os hable.
Sí, el fuego arde en Ucrania, en la frontera este de Europa, desde hace más de un año y medio, mucho más tiempo del que pensaba Putin, que creía que en dos semanas estaría en Kyiv e implantaría allí un régimen títere como el de Bielorrusia. Este conflicto está durando gracias a la resistencia de Ucrania y al apoyo que le hemos prestado, sin el cual Ucrania no hubiera podido defenderse. Y sí, Europa ha estado a la altura de sus responsabilidades. Europa ha apoyado a Ucrania económica y militarmente, más incluso que Estados Unidos. Y sobre todo, Ucrania ya es un país candidato a ser miembro de la Unión, en posición de obtener sólidas garantías de seguridad. No somos una alianza militar. Y por lo tanto la garantía de seguridad más grande que le podemos dar a Ucrania es hacerla miembro de la familia europea. Pero para eso debemos permanecer unidos y prepararnos para un conflicto más largo del que Rusia pensó y que nunca Rusia podrá ganar, pero cuyo final puede retrasar.
Porque el régimen de Putin se ha vuelto adicto a la guerra, necesita la guerra. La guerra es un instrumento de su supervivencia política, frente a una población que también sufre pero que está amordazada y, ante la perspectiva de unas elecciones estadounidenses, que podrían, él piensa y espera, afectar negativamente al apoyo de Estados Unidos a Ucrania. Él cree que las democracias son débiles y vacilarán y no podemos darle la razón. Tenemos que seguir apoyando a Ucrania.
Luego está por supuesto la emergencia, la revuelta, la reivindicación, llamémosle como queramos, de eso que nos guste o no se llama el Sur Global, un conjunto heterogéneo de países que son cada vez más reticentes a apoyarnos en la cuestión de Ucrania porque consideran que allí hay un doble lenguaje, un doble rasero, el famoso double standard por parte de Europa a la vista de lo que está ocurriendo en Gaza y de nuestra reacción.
Y eso naturalmente me lleva a hablar del conflicto palestino-irraelí, que es la gran tragedia de nuestro tiempo, de ahora, para los israelitas y los palestinos, y también para Europa, pero los muertos los han puesto y los están poniendo ellos. Está claro que debemos apoyar a Israel frente a los ataques terroristas que ha sufrido y que nada justifica. Está claro que debemos rechazarlos y condenarlos, lo hemos hecho y hay que hacerlo todas las veces que haga falta, pero también debe estar claro que, como dice el presidente Obama en un texto inspirador, la forma en la que Israel se defienda importa, claro que importa. Debe respetar la ley internacional humanitaria y tratar de minimizar las víctimas civiles y debemos decir que cortar el agua y los alimentos y la electricidad y los combustibles a toda una población civil asediada no es aceptable. Porque una estrategia que ignore los costes humanos al final no va a funcionar y va a hacer imposible la paz. Y la paz es la mejor y quizá la única garantía de seguridad para Israel.
Y debe ser posible para gente progresista como nosotros defender con igual énfasis los derechos de los palestinos a su libertad, a su seguridad y a su dignidad tanto como el de los israelitas. Y debe ser posible criticar al gobierno de Israel, al gobierno de Israel, sin ser por ello acusado de antisemita.
Ahora debemos trabajar para conseguir una desescalada inmediata y para ello hay que garantizar que el flujo de ayuda humanitaria entre y llegue a las personas que las necesitan, porque camiones de la frontera haciendo cola hay demasiados y dinero no falta, lo que hace falta es que puedan entrar con corredores de acceso. Y, naturalmente, también que la Cruz Roja Internacional pueda acceder a los rehenes en poder de Hamás, que Hamás tiene el imperativo de liberar. Lograr pausas humanitarias para limitar el sufrimiento de las poblaciones civiles, una, varias, alto el fuego, cese de hostilidades, llámenle como quieran, y también para hacer posible que los rehenes israelíes sean liberados, porque todas las vidas importan. Es obscena la competencia entre el número de víctimas, pero no podemos dejar de ser sensibles a que en Gaza ya son más de diez mil, la mitad de las cuales son niños.
Y una vez consolidadas las treguas humanitarias, lo que evidentemente dista mucho de ser el caso por el momento, tendremos que pasar de la ayuda a la política, de la ayuda a la acción política. Y la inmediata transición política tendrá que basarse, pienso yo, al menos en tres principios que son de mi cosecha. Habrá que ver lo que acordamos en la Unión Europea, pero creo que hay tres noes y tres síes.
No al regreso de Hamás a Gaza. Yo estuve en Gaza en el 2008, después de los primeros grandes bombardeos y desde entonces ha habido al menos tres veces más. Hamás no puede regresar a Gaza.
No a la amputación del territorio de Gaza o a su reocupación por Israel.
No a la disociación de la solución para Gaza del resto del problema palestino en su conjunto. Es lo que nos dicen los amigos árabes cuando nos dicen que ellos no quieren hablar del día después porque eso distrae la atención del problema de fondo que la solución al problema palestino en su conjunto.
Sí a la instalación de una autoridad palestina provisional en Gaza, en términos de referencia y legitimidad definidos por una resolución unánime y no ambigua del Consejo de Seguridad y Garantizados por este. Podemos pensar en una solución renovable que incentive a los dos bandos a llegar a un acuerdo, primero para Gaza pero después también para Cisjordania.
Sí a una mayor implicación de los Estados árabes. En algunos de ellos, tanto Israel como la Autoridad Palestina pueden confiar para una gestión provisional de Gaza.
Y sí, a una mayor implicación de la Unión Europea en la región. En particular, sobre cómo construir un Estado palestino y no sólo cómo reconstruir Gaza, que lo hemos hecho varias veces, sino sobre cómo construir un Estado palestino pacífico, capaz de restaurar la dignidad de los palestinos y de sellar la paz con Israel. Este tiene que ser nuestro objetivo y nuestro compromiso. De lo contrario, entraremos en una espiral de violencia y repetidamente iremos de funeral en funeral y nuestra seguridad será cada vez más amenazada. Y por eso, los europeos por interés propio, pero también por nuestra responsabilidad moral y política, hemos de comprometernos más con la paz entre Israel y Palestina, que puede ser un cáncer que se metastice en el conjunto del mundo y cree una nueva situación de grave inestabilidad.
Muchas gracias por vuestra atención.