Tras el nuevo ataque a la democracia perpetrado en Brasilia, ¿qué debemos hacer?
«La democracia no debe darse por sentada. Ha llegado el momento de remangarnos y defenderla, tanto aquí como en el resto del mundo».
El domingo 8 de enero pasará a la historia de Brasil como uno de sus días más negros. Mi primera conversación telefónica con Mauro Vieira, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores brasileño, no fue únicamente para darle la enhorabuena, sino ante todo para reiterar que la Unión Europea apoya plenamente al presidente Lula y su Gobierno y se solidariza con ellos ante este acto vandálico. Las imágenes de los destrozos me parecieron especialmente lamentables, porque en 2021 tuve ocasión de visitar el Palacio del Planalto, sede de la presidencia brasileña, y de admirar su arquitectura y sus obras de arte, que ahora han quedado destruidas.
El ataque a las principales instituciones brasileñas no comenzó el pasado domingo
El ataque a las principales instituciones brasileñas no comenzó el pasado domingo, sino que es el resultado de años de polarización política. Durante el mandato del expresidente Jair Bolsonaro se torpedearon continuamente los cimientos de una sociedad pluralista y unas instituciones democráticas. Se demonizó a los partidos políticos, se acosó al poder judicial, se vilipendió a la prensa y se mantuvo a la sociedad civil apartada de los principales debates. Las redes sociales inflaron artificialmente estas tendencias, lo que agravó la división de la sociedad brasileña. Sabemos que estas burbujas de información alimentan las «guerras culturales» y las políticas identitarias.
El presidente Lula declaró que quería «sanar las heridas de la sociedad». Ahora es aún más necesario, pero probablemente también más difícil.
Justo después de su elección, el presidente Lula declaró que quería «sanar las heridas de la sociedad» y volver a unir al país. Ahora es aún más necesario, pero probablemente también más difícil. Como hemos visto, hay fuerzas políticas dispuestas a alimentar la radicalización y el caos, en un intento flagrante de forzar la intervención de las fuerzas armadas. Por suerte, parecen haber aprendido de anteriores intentos de golpe de Estado.
Un mensaje claro sobre la solidez de las instituciones democráticas brasileñas
La reunión celebrada el lunes 9 de enero con los jefes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y los gobernadores de los Estados federados brasileños transmitió un mensaje claro sobre la solidez de las instituciones democráticas brasileñas. Sin embargo, para unirse en torno a la democracia se requiere algo más que una mera condena de la violencia y el extremismo. Todas las fuerzas políticas tienen el deber de actuar de forma proactiva para prevenir la radicalización y defender los procesos democráticos día a día, en particular creando las condiciones para el diálogo y las soluciones consensuadas.
El orden parece haber tornado a Brasilia. Sin embargo, hay muchas incógnitas sobre las causas y las responsabilidades de estos sucesos. Lo ocurrido en Brasilia se parece mucho al asalto al Capitolio perpetrado en Washington en enero de 2021. El hecho de que dos grandes democracias del continente americano hayan sufrido un ataque físico a las principales instituciones que encarnan su orden constitucional debe hacer que nos detengamos a reflexionar. En el conjunto de América Latina, el apoyo a la democracia ha caído del 63 % en 2010 al 49 % en 2020, según el Latinobarómetro.
¿Por qué las sociedades estadounidense y brasileña se han polarizado tanto?
¿Por qué las sociedades se polarizan tanto como lo están las sociedades estadounidense y brasileña, a pesar de que, según las primeras encuestas, el 90 % de los brasileños condena el intento de golpe de Estado? ¿Cómo es posible que las opiniones y preocupaciones políticas se expresen de manera tan violenta y tan poco democrática?
La teoría de la conspiración y la manipulación de la información desempeñan claramente un papel central en estos procesos, y una vez más la supervisión y la regulación de los contenidos de redes sociales y plataformas digitales fueron insuficientes en el período previo a los sucesos del pasado fin de semana.
La teoría de la conspiración y la manipulación de la información desempeñan claramente un papel central en estos procesos, y una vez más la moderación de los contenidos de redes sociales y plataformas digitales fue insuficiente en el período previo a los sucesos del pasado fin de semana.
No es casualidad que los Estados Unidos y Brasil sean sociedades con grandes desigualdades, marcadas además por la discriminación. Por encima de cierto umbral, las desigualdades amenazan con vaciar de contenido la democracia y destruir la confianza en el bien común. Aunque las sociedades europeas son menos desiguales y están menos polarizadas que Brasil y los Estados Unidos, sería un error de autocomplacencia creernos inmunes a estas dinámicas. De hecho, en nuestras sociedades ya observamos algunas tendencias similares.
También sabemos que estas dinámicas iliberales a menudo se sustentan desde el exterior en iniciativas poderosas y bien orientadas de manipulación de la información por parte de regímenes autoritarios. Entre ellos cabe mencionar, en particular, el régimen ruso, cuyo objetivo no es sino destruir la democracia en Europa y en cualquier otro lugar. Pero hay otros actores que también desean debilitar nuestra cohesión social y erosionar nuestra vida democrática. De hecho, estamos asistiendo a ataques concertados contra la democracia por parte de partidos de extrema derecha y de regímenes autoritarios a escala mundial.
Esto no es «simplemente» un problema de Brasil o de los Estados Unidos, sino de todas las democracias, incluidas las nuestras.
¿Cómo debemos responder? En primer lugar, reconociendo la magnitud y la urgencia del reto: esto no es «simplemente» un problema de Brasil o de los Estados Unidos, sino de todas las democracias, incluidas las nuestras. En segundo lugar, luchando contra la manipulación de la información. En el seno de la UE hemos tomado medidas para que las redes sociales y las plataformas digitales rindan cuentas, en particular mediante el Reglamento sobre Servicios Digitales y el Código de Buenas Prácticas en materia de Desinformación. Estamos dispuestos a cooperar con Brasil en estas cuestiones. En tercer lugar, combatiendo la desigualdad excesiva y la discriminación, que alimentan las políticas de «nosotros contra ellos». También tenemos que revitalizar nuestras democracias y reforzar la participación de los ciudadanos en todos los niveles. Esto es de vital importancia en el caso de las instituciones de la Unión Europea, a las que a menudo se acusa de tener un déficit democrático.
Luchar con mayor ahínco contra la desinformación procedente de regímenes autoritarios
Por último, debemos aumentar la colaboración con los socios democráticos de todo el mundo para luchar con mayor ahínco contra la manipulación de la información por parte de regímenes autoritarios. La defensa de la democracia requiere más democracia, y asegurarse de que la democracia se considere la forma más eficaz de construir sociedades justas y cohesionadas. Lo ocurrido en Brasil demuestra que la democracia está siendo atacada en todas partes, desde dentro y desde fuera. Habiendo vivido bajo una dictadura, sé que la democracia no debe darse por sentada. Así pues, ha llegado el momento de remangarnos y defenderla, tanto aquí como en el resto del mundo.
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