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Revisión de la cuestión del orden europeo

log del AR/VP — Las decisiones y discursos del presidente Putin muestran cómo está arrastrando cada vez más a su país por la senda de la guerra y el aislamiento. No debemos dejarnos intimidar, y hemos de seguir construyendo un orden político y de seguridad europeo en sentido amplio con todos los países que estén dispuestos a acatar los principios comunes. El 6 de octubre tendrá lugar en Praga la primera reunión de la comunidad política europea, una nueva iniciativa política que va en esa dirección.

 

«La comunidad política europea es un paso para replantearse y reformar el orden europeo en sentido amplio, más allá de la labor de la UE y la OTAN.»

La semana pasada, el presidente Putin reunió en el Kremlin a la élite política y de seguridad de Rusia para celebrar su apropiación totalmente ilegal de territorio mediante la cual cuatro regiones de Ucrania fueron anexionadas a Rusia por la fuerza. Esto se produjo tras los «referendos» farsa celebrados en Ucrania, en los que, a menudo, únicamente votó una mínima parte de la población anterior a la guerra, y a punta de pistola.

Repitió que la anexión de alrededor del 20 % del territorio ucraniano sería «irreversible», entremezclando alusiones claras al uso de armas nucleares para defender el territorio de Rusia (afirmando que los Estados Unidos ya sentó un precedente en 1945 con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki). Esa misma noche, el presidente ucraniano Zelenski habló en nombre de muchos denunciando legítimamente que la anexión era ilegal e inaceptable, y añadiendo que Ucrania seguiría luchando por liberar «todo el territorio que está actualmente ocupado». El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, no tardó en condenar también la anexión de forma enérgica. Al día siguiente, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ningún país votó con Rusia, mientras que una amplia mayoría votó para condenarla (como se esperaba, se abstuvieron Brasil, China, Gabón y la India).

Como UE, hemos dejado claro que no aceptaremos nunca la anexión ni nos dejaremos intimidar por las amenazas de Rusia y su escalada. Muy al contrario, reforzaremos nuestra estrategia de apoyo militar, financiero y político a Ucrania; aumentaremos la presión sobre Rusia con más sanciones y ayudaremos a nuestros socios internacionales a afrontar las consecuencias de la guerra. En el próximo Consejo de Asuntos Exteriores del 17 de octubre, espero que podamos poner en marcha formalmente las misiones de formación de la UE para las fuerzas armadas ucranianas. Al mismo tiempo, seguimos dispuestos a buscar una solución diplomática, si las circunstancias volvieran a permitirlo de forma notable.

Un discurso de agravios fantasiosos que cierra las puertas al diálogo

Por una parte todo esto resulta familiar, pues Putin siguió un procedimiento similar en 2014 con la anexión de Crimea (uso brutal de la fuerza, referendo forzoso seguido de una ceremonia ostentosa para imponer un hecho consumado). Por otra parte, los acontecimientos de la semana pasada generan una sensación diferente. Pues en estos momentos Putin está sufriendo derrotas en el campo de batalla y afrontando una creciente oposición dentro de sus fronteras y un mayor aislamiento fuera de ellas. El discurso que pronunció y las reflexiones que expuso fueron prácticamente una mezcla surrealista de amenazas salvajes, teorías conspiratorias y agravios fantasiosos. Transmiten la imagen de un hombre tan aislado que se ahoga en el victimismo y que ha perdido el contacto con la realidad.

El enemigo en el que se centraba su discurso ya no es una Ucrania sin derecho a existir y dirigida por nazis. No, el principal objetivo era «todo Occidente». Denunció el «totalitarismo, el despotismo y el apartheid» del Occidente de hoy en día, que quiere hacer de Rusia «una colonia». Arremetió contra Occidente por muchas cosas, desde el bombardeo de Dresde hasta el saqueo de la India e, incluso, las «cirugías de reasignación de sexo». Llegó a asegurar que en Occidente, «la supresión de la libertad ha adquirido los rasgos de una religión: puro satanismo».

Las decisiones de Putin y su discurso muestran hasta qué punto ha cerrado las puertas al diálogo, a la diplomacia y a un mínimo sentido de humanidad compartida. Solo arrastra a su país cada vez más por la senda de la guerra, la escalada y el aislamiento. Y, desde luego, es preocupante.

Putin, Gorbachov y el orden europeo

Todo esto muestra que Rusia lleva varios años alejándose del resto de Europa. La visión del mundo que tiene Putin, peligrosa y errónea, está a años luz de las ideas de, por ejemplo, Mijaíl Gorbachov, fallecido recientemente. Como nos recordaba Ivan Krastev, Gorbachov enseñó a todos los europeos dos palabras en ruso: glásnot y perestroika (apertura/transparencia y reconstrucción/reforma). En cambio, Putin será recordado por una única palabra: siloviki, hombres fuertes.

Gorbachov desempeñó un papel central en el fin de la Guerra Fría y propuso una «casa común europea», basada en la premisa fundamental de la seguridad común y la igualdad de derechos para todos los Estados. La reacción a estas ideas y el debate que generaron forma parte de los libros de historia; y no podemos retroceder en el tiempo. Pero los historiadores, entre otros, seguirán debatiendo sobre aquel periodo de la historia, en particular sobre las lecciones que pueden extraerse en cuanto a la manera en que gestionamos el final de la Guerra Fría y a lo que pudimos haber hecho de forma diferente en Occidente.

Ahora nos volvemos a encontrar en una página nueva de la historia. Rusia ha iniciado un brutal asalto a los principios básicos del orden europeo en materia de seguridad posterior a la Guerra Fría, basado en normas europeas e internacionales. En un futuro próximo —y probablemente mientras Putin se mantenga en el poder— es imposible concebir un nuevo orden en materia de seguridad o una arquitectura para la paz en Europa de los que la Rusia de Putin forme parte integrante volviendo a respetar los principios comunes. Rusia sigue siendo un vecino geográfico y un miembro del sistema internacional; pero ahora mismo tenemos que construir una comunidad política europea sin la Rusia de Putin.

Europa en sentido amplio y la comunidad política europea

Sin embargo, hemos de replantearnos y reformar el orden europeo en sentido amplio, más allá de la labor de la UE y de la OTAN como tales. De hecho, nos encontramos inmersos en un debate activo sobre la manera de organizar dicho orden político europeo, impulsado en parte por el llamamiento que realizó el presidente Macron el 9 de mayo a favor de una «comunidad política europea». En los últimos meses y semanas hemos asistido a una multiplicación de las propuestas y análisis por parte de dirigentes políticos y de todo el espectro de grupos de reflexión para tratar esta cuestión.

Tras los debates iniciales en el Consejo Europeo, la sesión plenaria de apertura de la comunidad política europea tendrá lugar el 6 de octubre en Praga. Participarán los dirigentes de los veintisiete Estados miembros, así como todos los países candidatos a la UE, Noruega, Islandia, Liechtenstein, Suiza, el Reino Unido, además de Georgia, Armenia, y Azerbaiyán, sumando un total de 44 dirigentes en representación de sus países.

Será un evento de media jornada y, dado el elevado número de participantes, no podrá constituir sino un primer contacto. Entre otras, cabe mencionar las siguientes preguntas pendientes de respuesta: ¿cuáles deberían ser la principal razón de ser de la comunidad política europea, sus participantes definitivos y su relación con la UE?; ¿cómo funcionaría en la práctica? Por ejemplo, ¿cómo debería tomar las decisiones? y ¿debería contar con su propio presupuesto?

Si bien aún deben concretarse numerosos aspectos, personalmente considero que al menos unos cuantos están claros:

  • La comunidad política europea no puede ser una alternativa a la ampliación de la UE (es decir, un sucedáneo o sustituto de la plena adhesión a la UE).
  • Debe aportar un valor añadido respecto a las instituciones y formatos existentes, como la OSCE, el Consejo de Europa y los marcos de la UE como la Asociación Oriental.
  • La comunidad política europea debe ser una comunidad de principios comunes (aunque todos seamos conscientes de que los países los respetan en diferentes grados).
  • Debe tener una estructura sencilla, pero no puede consistir meramente en una reunión o en una tertulia: debe actuar, no limitarse a hablar. En todos los ámbitos sobre los que debatirán los dirigentes en Praga (seguridad, energía/clima, migración), podrían emprenderse proyectos concretos para impulsar la resiliencia en todo el continente.

Esta base común es al menos un punto de partida mientras prosigue el debate. Empleemos el tiempo hasta la próxima reunión para darle cuerpo a esta nueva iniciativa política.