Maratón de la UE contra el coronavirus: avanzando a toda máquina
Estamos atravesando una dura prueba. Tenemos que dar muestra de solidaridad entre nosotros, europeos, y con el resto del mundo. Tras un arranque algo vacilante, estamos avanzando ahora a toda máquina.
Como muchas otras personas, he pasado estas últimas semanas encerrado en casa o metido en oficinas desiertas en Bruselas, pasando de una videoconferencia o una llamada telefónica a otra. Comunicarse de esa forma vale más que nada, pero también resulta frustrante porque las llamadas telefónicas e incluso las videoconferencias carecen de un ingrediente clave para que la diplomacia funcione: la interacción humana. Para forjar acuerdos, hace falta mirar a los interlocutores a los ojos, dirigirse a ellos de forma directa y mantener una discreta conversación en un rincón. La diplomacia multilateral, dentro de la UE y a nivel mundial, es algo de por sí difícil incluso en condiciones óptimas. Ahora lo es todavía más, puesto que la confianza, ese ingrediente mágico y necesario para que las personas transijan, es mucho más difícil de generar a través de un canal de vídeo con sonido defectuoso. Dicho esto, las videoconferencias tienen la calidad suficiente para determinadas reuniones y no hay duda de que nos permiten ahorrar mucho tiempo y dinero.
Europa sometida a prueba
De nada sirve negarlo: en estos momentos, Europa está siendo sometida a prueba, una prueba que podría incluso calificarse de existencial. Por ese motivo, es vital que los europeos vean y sientan el valor añadido de su unión. Sabemos que no siempre ha sido así y que, con tal fin, las instituciones europeas tienen que llegar a los corazones tanto como a las mentes de las personas. Esta semana, la presidenta Ursula von der Leyen hizo bien al presentar sus disculpas ante el Parlamento Europeo, en nombre de la UE, a todos aquellos que —principalmente en Italia y en España— se han sentido abandonados, con hospitales saturados, equipos médicos y de protección escasos y un número de muertos cercano al millar diario en ambos países.
Dada la estructura de la UE, no es sorprendente que las decisiones nacionales prevalecieran en los primeros momentos de la crisis. La sanidad ha sido siempre competencia nacional y la capacidad de actuar rápida y resolutivamente es mucho mayor al nivel nacional que al europeo. A pesar de todo, muchos europeos se han sentido decepcionados No solo han tenido la impresión de que la UE es lenta y está dividida, sino también de que da pocas muestras concretas de solidaridad a la gente en un momento de máxima necesidad. Estas percepciones bien pueden ser injustas o incompletas, pero sus consecuencias son reales. Algunos de los detractores de Europa —desde dentro y desde fuera— se cebaron en la dinámica de esta primera fase y no vacilaron a la hora de echar leña al fuego.
Respuesta interna de la UE
Muy pronto se abrió una segunda fase en la que se adoptaron decisiones conjuntas sobre el mantenimiento de la circulación de mercancías a través de las fronteras que estaban cerradas y la adquisición conjunta de material médico. Cuando las personas hablan de «la UE», o la critican, tenemos que dejar claro de quién están hablando. La Comisión ha hecho todo lo que estaba en su mano con los instrumentos de que dispone, suspendiendo inmediatamente la aplicación de las normas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y aumentando las posibilidades de que los Estados miembros recurran a las ayudas estatales. El Banco Central Europeo también reaccionó muy rápidamente, mucho más rápidamente que durante la crisis del euro, aportando más de 750 000 millones de euros para comprar deuda y dirigiendo sus adquisiciones allí donde más se necesitaban. La Comisión también ha propuesto ofrecer a los Estados miembros préstamos por valor de 100 000 millones de euros para ayudarles a financiar planes de protección del empleo. No se trata aún de un seguro de desempleo complementario a nivel europeo, pero es un paso importante ante el riesgo de desempleo masivo.
Estos días, muchos hablan de la necesidad de un «plan Marshall» como fuente de inspiración. Pero de sobra sabemos que no vendrá ningún George Marshall del otro lado del Atlántico. Además, su plan histórico tenía por objeto la reconstrucción de un continente destruido por la guerra. Incluso si algunos comparan la pandemia con una guerra, ahora no se está destruyendo el capital físico. Después de un terremoto, hay que reconstruir las infraestructuras y la capacidad de producción. No nos encontramos en ese caso. Debemos centrarnos ahora en las necesidades inmediatas de los sistemas sanitarios, proporcionar ingresos a quienes no pueden trabajar y ampliar las garantías y los aplazamientos de pago de las empresas para evitar quiebras.
El Banco Europeo de Inversiones (BEI) proporcionará 200 000 millones de euros en préstamos, especialmente destinados a las pequeñas y medianas empresas. Además, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) facilitará préstamos con tipos de interés cercanos a cero y plazos de amortización largos para financiar los gastos causados directa o indirectamente por la pandemia, sin condiciones específicas. Aparte de eso, se nos plantea la cuestión de concebir instrumentos nuevos y adicionales. El núcleo del asunto es cómo organizamos los europeos la solidaridad mutua y cuáles son los límites de esa solidaridad. Es importante que no hablemos solo de solidaridad al nivel más amplio, de las políticas, sino que destaquemos también casos concretos de solidaridad dentro de la UE: se han enviado millones de mascarillas desde Francia, Austria, Chequia y otros países a Italia y España, en número muy superior al de las enviadas por Rusia o China, si bien todas las ayudas son bienvenidas. Se está tratando a pacientes procedentes de otros Estados miembros y hay equipos médicos volantes procedentes de Rumanía y otros países. Así pues, se trata de una crisis paneuropea por la forma en la que las personas la están viviendo, también en las redes sociales, donde comparten historias positivas. Revela la existencia de una conciencia europea, incluso si ese es un relato que tenemos que construir para explicar más y mejor lo que estamos haciendo.
Respuesta externa de la UE
En la faceta externa, mediante videoconferencias con los ministros de Asuntos Exteriores, Defensa y Desarrollo de los países de la UE, hemos acordado acciones conjuntas en varias direcciones: hemos trabajado con los Estados miembros en la mayor operación de repatriación de nuestra historia, que ha permitido a más de medio millón de europeos volver a casa desde los lugares donde estaban bloqueados. Hemos acordado hacer pleno uso de nuestras fuerzas militares para luchar contra el virus y sus consecuencias y para contrarrestar juntos la desinformación.
Una de nuestras máximas prioridades ha sido desarrollar un enfoque europeo conjunto para ayudar a las personas vulnerables y más gravemente afectadas, especialmente en África y los países de nuestra vecindad, pero también en otros lugares. Aunque las necesidades en nuestro territorio son enormes, es fundamental que ayudemos a otros, no solo por motivos de solidaridad, sino también porque redunda en nuestro propio interés ganar la batalla a la COVID-19 en todo mundo. Solo podemos estar protegidos frente al virus si nuestros vecinos también lo están.
Por ese motivo, hemos reorientado fondos del presupuesto de la UE que, junto con los préstamos del BEI y del BERD y las contribuciones de los Estados miembros, forman un paquete de 20 000 millones de euros que nos permitirá ayudar a nuestros socios a hacer frente a la pandemia. No son recursos nuevos ni suplementarios. Pero es una manera de dar prioridad a las necesidades más urgentes. Y lo hemos hecho dentro de un nuevo marco que lleva la etiqueta «Equipo Europa», denotando con ella la colaboración de los Estados miembros y las instituciones europeas. Deberá utilizarse en el futuro.
Las consecuencias más profundas de la COVID-19
Las primeras semanas de la crisis provocaron auténticas dificultades a los responsables políticos. En un contexto complejo, urgente e incierto, tuvieron que tomar decisiones del 100 % con una información del 50 %. La cara positiva es que estamos observando un respeto por la ciencia y por los conocimientos especializados y una búsqueda de un periodismo de calidad. Los populistas siguen viviendo del miedo e impulsando sus eslóganes nacionalistas. Sin embargo, las políticas basadas en hechos y la colaboración son, manifiestamente, la mejor manera de garantizar la seguridad de las personas.
Cada día que pasa, sabemos más sobre el virus y mejora nuestra respuesta. Se ha perdido un número enorme de vidas, pero las medidas están empezando a dar sus frutos. Las hospitalizaciones y los ingresos en las unidades de cuidados intensivos están disminuyendo. Disminuyen lentamente, pero disminuyen. Tras la fase de gestión inmediata de la crisis, el paso siguiente será cómo salir del confinamiento e iniciar la recuperación económica. El camino será largo y espinoso, pero tenemos más conocimientos que cuando estalló la crisis. La próxima fase requiere una respuesta coordinada, en Europa y en todo el mundo.
La lucha contra el coronavirus ha suscitado un vivo debate sobre las virtudes de los diferentes modelos aplicados en los distintos países y regiones. Dani Rodrik ha escrito que la crisis está amplificando las tendencias previamente existentes en los países y las regiones, que se convierten en «versiones exageradas de ellos mismos (enlace externo)». Sin duda hemos visto que muchos proyectan sus propias ideologías en la crisis.
Lo más probable es que la crisis esté acelerando la historia al reforzar tendencias preexistentes. Esto significa una mayor competencia geopolítica en general y un aumento de las tensiones entre los Estados Unidos y China. A su vez, esa situación condicionará la medida en que será posible ofrecer una respuesta cooperativa y multilateral con las Naciones Unidas y el G-20 en su núcleo. Corresponderá sobre todo a Europa y otros países afines liderar este esfuerzo: impulsar, razonar y fraguar esa respuesta multilateral que tanto se necesita. Movilizar todos los instrumentos multilaterales existentes, reformarlos en caso necesario y estar dispuestos a desarrollar otros nuevos y mejores.
Ahora que nos adentramos en la fase siguiente, es importante que nos hagamos preguntas de mayor calado. ¿Qué papel en términos de intervención y protección tendrá el Estado en la recuperación posterior a la crisis? ¿Qué significa la crisis para el anterior sistema de globalización económica? Una «desglobalización» completa parece poco probable, pero no hay duda de que necesitamos insistir más en la importancia de la seguridad —categoría de la que la salud forma parte—, es decir, la acumulación de reservas de materiales estratégicos y la creación de cadenas de suministro más cortas y más diversificadas. Todo esto brinda un nuevo ímpetu para considerar seriamente la autonomía estratégica de Europa.
Tenemos también que reflexionar detenidamente sobre las consecuencias para nuestros sistemas democráticos. La crisis podría utilizarse para centralizar poderes y debilitar los controles democráticos: es un riesgo del que debemos resguardarnos. Hemos de ser conscientes de que la forma más resiliente de gobierno es aquella donde hay controles y contrapesos, donde los ciudadanos están empoderados y no sometidos. Será preciso conciliar la garantía de la salvaguardia de los valores democráticos, los derechos y las libertades individuales con las medidas necesarias para luchar contra el virus e ir levantando progresivamente los confinamientos. Resulta alentador, en este contexto, observar cómo los científicos europeos están colaborando para crear tecnologías de rastreo que observen las normas de privacidad.
Europa está ahora totalmente movilizada
La gestión de la crisis del coronavirus es un maratón, no un esprint. Los que parecían ganadores al principio de la carrera pueden quedar rezagados más adelante, y viceversa. Tras un arranque un poco vacilante, la UE está avanzando ahora a toda máquina. La necesidad de solidaridad y de actuar conjuntamente se reconoce en todo el continente. Y nuestras decisiones, basadas en los principios de multilateralismo y asociación, están teniendo eco en todo el mundo.
Es probable que, después de la pandemia, el mundo esté más fragmentado. Que muchas de las amenazas sigan existiendo. Dedicaré mi segundo mes de convivencia con la crisis del coronavirus a hacerles frente, para lo que espero se haya podido volver en cierta medida a la diplomacia «a la antigua».
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