Europa no puede permitirse ser un espectador en la escena mundial. Necesitamos una «brújula estratégica».
«La evolución de la situación geoestratégica está obligando a Europa a actuar. Debemos convertir en acciones concretas la constatación de que Europa no puede permitirse ser un espectador».
En menos de un mes se han producido la retirada de Afganistán y el anuncio del acuerdo de defensa AUKUS. Ante estos acontecimientos, que han avivado y acelerado el debate sobre el papel de Europa en el mundo, era oportuno que mantuviéramos un diálogo a nivel de dirigentes sobre las consecuencias y sobre las decisiones que ahora debemos tomar.
En el Consejo Europeo informal subrayé que, en principio, son posibles dos actitudes. La primera consiste en enterrar la cabeza en la arena, encontrar razones para quitar importancia a las novedades geoestratégicas, o argumentar que estas afectan solo a algunos Estados miembros. La segunda consiste en darse cuenta de que se están produciendo cambios importantes y de que debemos actuar si no queremos vivir en un orden mundial que no podamos contribuir a configurar.
De hecho, hay dos grandes tendencias que nos afectan cada vez más. En primer lugar, estamos asistiendo a una reacción reforzada ante el auge y la asertividad de China, de la que es buen ejemplo el acuerdo AUKUS. En segundo lugar, estamos conociendo una dinámica multipolar en la que actores como Rusia y otros países intentan aumentar su margen de actuación y su ámbito de influencia, tanto a nivel regional como mundial. A menudo actúan en detrimento de los valores e intereses de la UE, como vemos en Siria, Libia, Mali y otros lugares.
«Los europeos corremos el riesgo de convertirnos cada vez más en un objeto, y no un actor, de los asuntos internacionales, reaccionando a las decisiones de otras personas, en lugar de conducir y configurar los hechos».
El resultado es que, hoy en día, los europeos corremos el riesgo de convertirnos cada vez más en un objeto, y no un actor, de los asuntos internacionales, reaccionando a las decisiones de otras personas, en lugar de conducir y configurar los hechos. La cuestión es: ¿Qué queremos hacer al respecto? ¿Nos conformamos como Unión Europea con quedar como una especie de actor regional, centrado principalmente en el poder económico y normativo, para el que los asuntos del mundo y el «poder duro» resultan demasiado complicados? ¿O consideramos que nada sale gratis, es decir, que la pasividad también tiene un coste elevado?
«Debemos evitar nuestra tendencia habitual a mantener un debate abstracto, y francamente divisivo, sobre si debemos reforzar las capacidades de seguridad propias de Europa o si debemos hacer esto en la OTAN. Es obvio que tenemos que hacer ambas cosas».
No hay duda de que llevamos ya años debatiendo estas cuestiones. Por eso debemos evitar nuestra tendencia habitual a mantener un debate abstracto, y francamente divisivo, sobre si debemos reforzar las capacidades de seguridad propias de Europa o si debemos hacer esto en la OTAN. Es obvio que tenemos que hacer ambas cosas. Cuanto más fuertes seamos como UE, más fuerte será la OTAN.
En el Consejo Europeo informal, los dirigentes convinieron en la necesidad de lograr avances concretos en el refuerzo del papel de Europa en el mundo. En sus orientaciones se hace referencia a nuestro trabajo en materia de seguridad y defensa, a las relaciones con los Estados Unidos y a nuestra postura estratégica en el Indo-Pacífico. En concreto, veo cuatro líneas de actuación principales:
- La máxima prioridad es desarrollar nuestras capacidades y nuestra voluntad de actuar. Para ello, debemos centrarnos en lo que nos une y seguir creando la confianza necesaria entre nosotros. No puede prevalecer el orden del día de un país o un grupo de países. Y lo fundamental para lograr esto es fomentar una cultura estratégica común, un sentido compartido de las amenazas a las que nos enfrentamos.De esto trata precisamente la denominada brújula estratégica: establecerá un enfoque estratégico de nuestra seguridad y nuestra defensa que guiará nuestras acciones hasta 2030. Proporcionará un sentido de la orientación: cómo debemos desarrollar las capacidades de defensa necesarias y subsanar las lagunas estratégicas y cómo debemos prestar mayor atención a la lucha contra las amenazas híbridas y a la protección de los intereses de la UE en el ciberespacio, el espacio marítimo y el espacio ultraterrestre, y obtener en ello mejores resultados. Propondrá también asociaciones más ambiciosas en estos ámbitos. Los dirigentes me encargaron que presentase un primer proyecto de la brújula en noviembre, y yo he optado por un alto nivel de ambición.
- Muchos dirigentes destacaron acertadamente que la asociación transatlántica es y sigue siendo insustituible. Sobre la base de una ambiciosa brújula estratégica y una nueva declaración conjunta UE-OTAN que debería presentarse en los próximos meses, tenemos que reforzar la relación transatlántica y afianzarla sobre una base más sólida. Ahora bien, como se ha señalado repetidamente en los últimos años y ha quedado demostrado por los recientes acontecimientos, en concreto la retirada de Afganistán y el AUKUS, nuestros amigos americanos esperan que los europeos asumamos una parte mayor de la responsabilidad, tanto por nuestra propia seguridad como por la del mundo. Viajaré a Washington la semana que viene para continuar mis conversaciones al respecto con el secretario de Estado Blinken y otros interlocutores. Es importante señalar que, con el nuevo Gobierno estadounidense, nuestras conversaciones avanzan por un camino diferente y muy constructivo.Además de la necesidad de desarrollar nuestras capacidades y nuestra voluntad de actuar, los recientes acontecimientos han reforzado también el imperativo de adoptar un enfoque estratégico coherente con respecto al Indo-Pacífico, incluidos nuestro modo de tratar con China y el desarrollo de nuestras relaciones con el resto de una región que determinará los acontecimientos mundiales en el siglo XXI.
- Por lo que respecta a China, los dirigentes convinieron en que debemos mantenernos firmes en nuestro enfoque, basado en la tríada: «socia, competitiva y rival». Desde el punto de vista de las políticas prácticas, el reto consiste a menudo en cómo combinar estos tres elementos en un conjunto coherente. Para mí está claro que la mejor manera de conseguir que China colabore es adoptando una posición de unidad y fuerza. Debemos fomentar el diálogo y la cooperación en determinados ámbitos, como la política climática. Pero también debemos estar dispuestos a retroceder cuando las decisiones chinas sean contrarias a nuestras opiniones, en particular por lo que respecta a los derechos humanos y las opciones geopolíticas. Esta fue la posición que adopté la semana pasada cuando hablé con el ministro de Asuntos Exteriores Wang Yi durante el Diálogo Estratégico UE-China.
- Al mismo tiempo, tenemos que intensificar nuestra presencia en la región del Indo-Pacífico y nuestra colaboración con ella, sobre la base de la estrategia que hemos adoptado recientemente. Cabe recordar lo siguiente: el 40 % del comercio de la UE pasa por el mar de la China Meridional y la región produce el 60 % del crecimiento mundial. La UE sigue siendo también el mayor inversor en la región (no China, como muchos creen), por lo que tenemos mucho en juego y mucho que contribuir.
El reto del Indo-Pacífico y el auge de China exigen más coordinación y menos fragmentación. La idea de nuestra Estrategia para la Región Indopacífica era mostrar nuestra disposición a cooperar con China cuando esto sea razonable, a diversificar las relaciones (intensificando la cooperación con Japón, India, Corea del Sur, la ASEAN y otros) y a modernizar nuestra postura (rebasando el comercio para establecer también una cooperación en materia de seguridad, incluida la presencia marítima propuesta). La región indopacífica es un escenario geoestratégico de primer orden y tenemos que estar presentes.
El debate sobre el papel de Europa en el mundo ha alcanzado una fase crítica. Es lo que los alemanes llaman Chefsache: un asunto del que deben ocuparse los dirigentes de la UE, es decir, los presidentes y primeros ministros. Las grandes tendencias y decisiones nos obligan a actuar. En los próximos meses, tendremos la oportunidad de convertir en acciones concretas la constatación de que Europa no puede permitirse ser un espectador. El mundo no se queda esperándonos.
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