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Avanzar en la defensa europea

28/02/2021 — Blog del AR/VP — Los líderes de la UE han debatido, de manera muy oportuna sobre el futuro de la seguridad y la defensa de la UE. Necesitamos un compromiso al más alto nivel político para que la UE sea un actor más sólido en la seguridad mundial, que está expuesta a amenazas cambian con rapidez.

 

En el último Consejo de la Unión Europea, celebrado el viernes 26 de febrero, los líderes de la UE mantuvieron un debate en profundidad sobre cómo desarrollar el papel de la UE en materia de seguridad y defensa. Era la primera vez que lo hacían desde 2018. Dada la estrecha colaboración que mantenemos con la OTAN, fue también una buena noticia que el secretario general de esta organización, Jens Stoltenberg, compartiera esta perspectiva.

El debate entre los dirigentes de la UE tuvo lugar en un contexto de deterioro del entorno de seguridad y de un nuevo ambiente en las relaciones transatlánticas: ambos nos exigen que hagamos más para construir una UE fuerte y eficaz en el ámbito de la seguridad y la defensa. Lo necesitamos para nosotros mismos como europeos, pero también como una inversión en una mejor cooperación transatlántica.

 

«Tenemos que reforzar nuestra capacidad colectiva para proteger nuestros intereses de seguridad, con los medios adecuados y la voluntad de utilizarlos».

 

El mensaje de los ciudadanos de la UE es claro: El año pasado, el 77 % de los europeos apoyó los esfuerzos por desarrollar una política común de seguridad y defensa de la UE. Nos corresponde a todos nosotros, y en particular a mí como alto representante de la Política Exterior y de Seguridad, ponerlo en práctica. Para ello hemos de desarrollar nuestra capacidad colectiva para proteger nuestros intereses de seguridad, con los medios adecuados y la voluntad de utilizarlos.

Hay varias vías de actuación en curso en lo que respecta a la defensa de la UE. En los últimos meses hemos sido muy activos a pesar de la pandemia: hemos iniciado una nueva operación naval Irini en el Mediterráneo; ampliado el ámbito de aplicación de la operación Atalanta frente a las costas del Cuerno de África; hemos reforzado nuestra presencia en la región del Sahel, y puesto en marcha un proyecto piloto del nuevo concepto de Presencias Marítimas Coordinadas en el Golfo de Guinea.

En términos más generales, ya he expuesto lo que estamos haciendo para disponer de capacidades de defensa más operativas. Del mismo modo, he subrayado a menudo la necesidad de que los europeos desarrollen una cultura estratégica común: si no compartimos la misma perspectiva sobre cuáles son las amenazas y los retos, no nos pondremos de acuerdo sobre cómo hemos de abordarlos.

La «brújula estratégica»: una respuesta colectiva a un nuevo entorno estratégico.

Por eso es fundamental que nos reunamos y decidamos cuáles son nuestros objetivos y ambiciones para los próximos 5 a 10 años, qué medios necesitamos para alcanzarlos y cómo pretendemos vincular los medios con los fines. Esta es la razón de ser del trabajo sobre la «brújula estratégica». Me complace presentar el estado de la cuestión a los líderes de la UE para saber cuáles son sus orientaciones al respecto.

El punto de partida de este proceso fue el análisis de amenazas presentado el pasado mes de noviembre, el primero realizado en la UE, elaborado con aportaciones de los servicios de inteligencia de toda la Unión. En él se dibuja un panorama sombrío de los retos a los que nos enfrentamos en materia de seguridad y defensa: la creciente competencia geopolítica y la presión sobre el sistema multilateral, la desestabilización de nuestro entorno regional, así como las amenazas híbridas y transnacionales cada vez más sofisticadas dirigidas directamente contra la UE.

En este contexto, creo que necesitamos respuestas europeas y hemos de asumir más responsabilidad por nuestra propia seguridad. Nuestro lema es y seguirá siendo: actuar con nuestros socios siempre que sea posible y de forma autónoma cuando sea necesario.

Las cuatro dimensiones de la «brújula estratégica»

La «brújula estratégica» debe establecer objetivos claros y ambiciosos en cuatro dimensiones interconectadas:

En primer lugar, tenemos que hacer que nuestro compromiso permanente sea lo más eficaz posible.

Actualmente tenemos 17 misiones y operaciones en todo el mundo, con cerca de 5.000 mujeres y hombres desplegados. Estas misiones requieren una planificación y un mando más eficientes por parte de la UE, así como mandatos flexibles y claros, como lo hemos demostrado recientemente con la EUTM Mali (con nuevas actividades añadidas en Mali central, Níger y Burkina Faso) y con la operación Atalanta (para luchar contra la piratería, pero también contra el tráfico de drogas y armas). El nuevo Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, dotado con 5.000 millones de euros, para un periodo de siete años, marca también un punto de inflexión que nos permitirá ir más allá de la formación de las fuerzas armadas de nuestros socios, para pasar también a equiparlas.

Tenemos que mejorar realmente la generación de fuerzas y disponer de las tropas y de los equipos necesarios de los Estados miembros para cumplir los objetivos de las misiones que ellos han decidido que debemos emprender. Carecemos, con demasiada frecuencia, como he mencionado en varias ocasiones, de los medios para hacer nuestro trabajo. Creo también que tenemos que estar preparados para asumir nuevos compromisos operativos. En Libia, por ejemplo, estamos entrando en una nueva fase con el alto el fuego y las nuevas autoridades provisionales. La contribución de la operación Irini al embargo de armas sigue siendo crucial, por lo que no podemos permitirnos una falta de capacidad en la zona. En términos más generales, tenemos que reforzar nuestra disposición a hacer frente a futuras crisis. Sabemos que existe un riesgo real de inestabilidad continua en varias regiones que puede afectar directamente a nuestra propia seguridad.

En segundo lugar, debemos reforzar nuestra resiliencia para prevenir la evolución de las amenazas y retos en materia de seguridad y poder hacerles frente.

Tenemos que garantizar un acceso seguro a los bienes comunes mundiales, en particular las aguas de alta mar, el espacio y el ciberespacio. Hay una creciente demanda, por ejemplo, de que la UE amplíe su papel como proveedor de seguridad marítima, que deberíamos desarrollar a partir de nuestras operaciones navales en curso y de la iniciativa recientemente lanzada en el Golfo de Guinea. También debemos conectar mejor la defensa con el espacio y avanzar en la aplicación de la Estrategia de Ciberseguridad de la UE.

En tercer lugar, necesitamos las capacidades civiles y militares necesarias.

La única manera de que nuestro sector de defensa sea más eficiente y nuestra industria más competitiva es reforzando la cooperación europea en materia de defensa. Hemos avanzado considerablemente en los últimos años, en particular a través de la Cooperación Estructurada Permanente (CEP). Sin embargo, hemos de esforzarnos más para centrarnos en los resultados y en los proyectos operativos. Con la revisión estratégica de la CEP, realizada el año pasado, hemos identificado que 26 proyectos, de un total de 46, producirán resultados concretos de aquí a 2025, desde la ciberdefensa y el apoyo médico hasta los sistemas avanzados de armamento. Los incentivos financieros disponibles en el marco del Fondo Europeo de Defensa (8.000 millones de euros en los próximos siete años) impulsarán estos esfuerzos. Paralelamente, tenemos que seguir promoviendo la soberanía tecnológica y la innovación. Para ello será fundamental la hoja de ruta tecnológica solicitada por los líderes de la UE para impulsar la innovación y reducir nuestra dependencia estratégica en tecnologías críticas.

En cuarto lugar, debemos intensificar la cooperación bilateral con nuestros socios y con las organizaciones internacionales, empezando por la OTAN.

Una alianza fuerte requiere socios sólidos a ambos lados del Atlántico. La presencia del secretario general de la OTAN Stoltenberg en la mesa de los líderes de la UE es una prueba de nuestra estrecha colaboración. Podemos y debemos hacer más para impulsar la cooperación entre ambas organizaciones en temas como la movilidad militar, la lucha contra las amenazas híbridas, el cambio climático, la seguridad o las tecnologías emergentes.

Una UE con una defensa más sólida, con Estados miembros más capacitados, beneficiará también a la Alianza y contribuirá a un mejor reparto transatlántico de las responsabilidades. Según el último Informe sobre datos de defensa del año 2019 publicado por la Agencia Europea de Defensa, el gasto total en defensa de los 26 Estados miembros de la AED ascendió a 186.000 millones de euros, lo que representa el quinto año de crecimiento consecutivo y un aumento del 5 % en comparación con 2018.

Nuestro trabajo sobre la «brújula estratégica» se desarrollará mientras la OTAN lleva a cabo su propia revisión estratégica para buscar sinergias y cooperación en estos esfuerzos. Paralelamente, tenemos la intención de reforzar nuestra asociación con las Naciones Unidas, los actores regionales y terceros países. Con el nuevo Gobierno estadounidense tenemos ahora la oportunidad de revitalizar nuestra asociación estratégica UE-EE.UU., en particular en el ámbito de la seguridad y la defensa. Durante nuestro debate del pasado lunes entre los ministros de Asuntos Exteriores de la UE y el secretario de Estado de los Estados Unidos, Tony Blinken, acordamos trabajar de forma muy estrecha, bilateralmente, entre la UE y los EE.UU., así como entre la UE y la OTAN.

Mantener el impulso en materia de seguridad y defensa de la UE.

A la luz de las orientaciones de los líderes de la UE, los próximos meses se dedicarán a los debates con los Estados miembros, que están impulsando el proceso. Por mi parte, el Servicio Europeo de Acción Exterior, incluido el Estado Mayor de la UE, seguirá trabajando, en estrecha colaboración con la Comisión y la Agencia Europea de Defensa.

 

«La “brújula estratégica” debe basarse en objetivos concretos y ejecutables, con plazos claros, y ha de hacer pleno uso de todos los instrumentos a disposición de la UE».

 

Para que tenga sentido, la «brújula estratégica» debe basarse en objetivos concretos y ejecutables, con plazos claros, y ha de hacer pleno uso de todos los instrumentos a disposición de la UE. Esta debería ser la base del primer borrador de «brújula estratégica» que tengo previsto presentar antes de noviembre de este año, con vistas a su adopción en marzo de 2022. Necesitamos un documento que sea ambicioso y operativo y que marque una verdadera diferencia para la seguridad de Europa. Y debemos estar preparados para pasar de la reflexión y el análisis a acciones concretas cuando y donde sea necesario.

 

 

 

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