El Embajador de la Unión Europea en Colombia, Gilles Bertrand, dio el discurso inaugural del evento “Día de Europa en el Caquetá: Un bosque de sabores biodiversos" en la Casa Campesina de Florencia, Caquetá - 7 de mayo de 2024
Muy buenas noches a todas y todos.
Unión Europea
Antes de todo, quiero agradecer a Luz Marina Mantilla y todo el equipo de trabajo del Instituto Sinchi por organizar esta noche de celebración del Día de Europa y esta hermosa puesta en escena de los productos de la economía amazónica, que apoyamos por medio del proyecto “Abrigue”. A la Gobernación del Caquetá, al Alcalde de Florencia y a las 15 otras alcaldías del Caquetá por recibir con tanto empeño y entusiasmo la visita al departamento de las Embajadas de la Unión Europea. Y por supuesto a todos presentes, muchas y muchos de ustedes socios cercanos nuestros desde hace años.
Amigas y amigos,
Es un honor estar con ustedes hoy celebrando el Día de Europa desde el Caquetá, la puerta de oro de la Amazonía de Colombia. Los Embajadores y las Embajadoras de los Estados Miembros de la Unión Europea y yo estamos encantados de poder celebrar esta fecha de paz y de unión en un departamento tan emblemático de nuestra relación con Colombia. Un departamento con él que llevamos más de 20 años de profunda relación, y que es reflejo de nuestras apuestas con este país.
El Caquetá ha sido a lo largo de los años uno de los territorios más golpeados por el conflicto colombiano. Es un ecosistema estratégico, conectando la cordillera a la selva amazónica. Tierra de biodiversidad, hogar del mítico Chiribiquete, y también tierra de afectaciones graves a la naturaleza, empezando por la deforestación. También es un territorio de potencialidades inmensas, del ecoturismo a los bonos de carbono, de las frutas y las palmas amazónicas al queso y a la ganadería sostenible. Muchas de las lecciones que hemos aprendido, a lo largo de los más de veinte años trabajando con los territorios de Colombia, las hemos aprendido aquí en el Caquetá. Las hemos aprendido de las caqueteñas y los caqueteños.
Este año escogimos como lema de nuestro viaje del Equipo Europa: “La paz es nuestra naturaleza”. Esta frase expresa nuestra convicción, compartida con Colombia, de que la paz, la protección de la naturaleza y el desarrollo económico son una sola y misma apuesta, un solo y mismo destino. “La paz es nuestra naturaleza” también resuena con nuestra historia: desde el 9 de mayo de 1950, el llamado del Canciller francés Robert Schuman a convertir el carbón y el acero, las dos industrias de la guerra, en un arma de paz, hacia la Unión Europea de hoy: sus 450 millones de ciudadanas y ciudadanos, sus 27 Estados Miembros y sus instituciones supranacionales, construyendo un destino común. Un proyecto que ha traído paz y no repetición a más de tres generaciones de europeos y europeas.
“La paz es nuestra naturaleza” pero la guerra también, tristemente, forma parte de la naturaleza humana. Y la guerra ha vuelto a las fronteras de Europa. Más recientemente en el Medio Oriente, por un hecho terrorista brutal, bárbaro, que todos hemos condenado, pero que ha provocado una respuesta también brutal y desproporcionada, la muerte de miles de civiles, una respuesta que no resolverá nada y que deberá ceder el paso al diálogo y a la búsqueda de una solución duradera entre dos Estados, Israel y Palestina. Y desde hace más de dos años, en Ucrania, a través de una invasión injustificada, violando el derecho internacional, un país buscando borrar a su vecino del mapa del continente, socavando el principio de la intangibilidad de las fronteras que es indispensable a la convivencia entre naciones. “La paz es nuestra naturaleza”, pero los vientos que nos llegan de Rusia y del Medio Oriente son vientos de guerra y de odio. Y tenemos que estar preparados para enfrentarlos.
A pesar de estos vientos, el Día de Europa de este año es una oportunidad de celebrar el vigésimo aniversario de la adhesión de ocho países de Europa Central y Oriental y de dos Estados isleños del Mediterráneo, Chipre y Malta, a la Unión Europea. De estos diez países, tres están presentes hoy: Chequia, Hungría y Polonia. Su accesión a la Unión Europea fue un momento de gran alegría, la victoria de la democracia y del pluralismo, la reunificación del continente europeo gracias al fin de la Guerra Fría. Sin embargo, los hechos de los últimos años nos recuerdan que la libertad y la paz son frágiles, que necesitan una atención constante. Que la paz, al final, no es un estado natural, sino algo que se construye y se cuida paso a paso. Creando confianza. Compartiendo objetivos, sueños y a veces miedos comunes.
Y en esto, pese a las dificultades y a los retos, creo que es útil recordar que Colombia es una inspiración para nosotros. El compromiso de las y los firmantes de paz por la reconciliación. El trabajo de la Comisión de la Verdad, y ahora de la JEP y de la Unidad de Búsqueda, para esclarecer los hechos, lograr la no repetición, buscar la vía hacia la justicia y la reparación de las víctimas. La voluntad de paz y la valentía de la misma sociedad colombiana, de sus lideresas y líderes, de sus comunidades indígenas, campesinas, afrodescendientes. La voluntad de todo un país de ponerle la cara al pasado, entender lo qué pasó para no repetirlo.
La voluntad de implementar el Acuerdo de Paz de 2016 en su integralidad y de lograr sus dos grandes promesas: la reducción de las brechas territoriales, sociales, étnicas y de género, y la presencia integral del Estado en todo el territorio nacional. El tema complejo de la tierra y de su titulación, indispensable para romper el espiral vicioso de conflicto y degradación del medioambiente.
También la voluntad de acompañar los diálogos con los nuevos grupos, los que volvieron a aparecer cuando las FARC-EP salieron de los territorios, en cumplimiento de sus compromisos de La Habana, pero el Estado no llegó. En esto también, como bien saben, la Unión Europea ha asumido la tarea de acompañar a Colombia: Alemania, España y Suecia como acompañantes del proceso con el ELN; Irlanda y la Unión Europea, en el proceso con el Estado Mayor Central; la Unión Europea, otra vez, en Buenaventura y Quibdó. Vemos de cerca la complejidad de estos procesos, pero también vemos su potencial. Lo lo que se puede hacer para transformar los ceses al fuego en ceses a las afectaciones a la población. Todo lo que se puede lograr para mejorar las condiciones de vida de las comunidades, proteger sus derechos, y establecer la presencia integral del Estado en sus territorios. Y cómo las mismas comunidades insisten a los grupos armados de apostarle a la paz.
Inspiradora, también, es la apuesta decidida de Colombia por la defensa de la naturaleza y de nuestro planeta. No es un secreto que el tema de la transición verde genera debates importantes en los países de la Unión Europea, y creería legítimos, en particular sobre la repartición de los sacrificios y la re-dignificación de la relación entre el campo y las ciudades. Sin embargo, Europa es consciente de su responsabilidad pasada y presente, y estamos decididos a tomar nuestra parte de la lucha contra el cambio climático y la crisis de la biodiversidad. Colombia, en esta lucha en las instancias internacionales, ha sido uno de los países más cercanos y más afines, con las mismas metas climáticas, la misma voluntad de transformación de su economía hacia energías limpias, transporte sostenible, procesos de producción y de consumo circulares. Y ahora, su significativa decisión de acoger la COP16 sobre la biodiversidad.
Hemos trabajado mucho con los Gobiernos sucesivos, con nuestros grandes aliados: Parques Naturales Nacionales, el Sinchi, el Humboldt, el IDEAM, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y muchos otros, para la protección de los ecosistemas estratégicos de este país: sus páramos, sus manglares, sus selvas, por supuesto la Amazonía, y por supuesto su conexión con los Andes y el Pacífico, corredor indispensable a la preservación de este ecosistema.
De igual manera, somos conscientes de la magnitud de las inversiones necesarias para lograr esta doble transición digital y verde, y aún más para lograrla de manera justa, sin dejar a nadie atrás. Es precisamente la oferta que hemos traído a Colombia a través del “Global Gateway”, aunando fuerzas entre el Banco Europeo de Inversiones (BEI), los bancos nacionales de desarrollo, la cooperación y las empresas europeas y colombianas.
Inspiradora, para terminar, la fuerza de la sociedad civil colombiana. De las mujeres y de las y los jóvenes, fuerzas inmensas de transformación, aliadas y aliados estratégicos de la Unión Europea y de sus Estados Miembros en nuestra labor de paz y de medioambiente. De las organizaciones de la sociedad civil, campesinas, indígenas, afrodescendientes, de las representaciones de las víctimas y su extensión en el Congreso, las “curules de paz”. De los líderes y de las lideresas sociales, las y los periodistas, las y los defensores de derechos humanos y ambientales, los colectivos LGBTIQ+, que siguen luchando por una sociedad más justa.
Lo que acabo de decir puede parecer más general, pero no he dejado de hablar del Caquetá y de nuestra gran cita de estos días alrededor de nuestro lema: “la paz es nuestra naturaleza”. Pienso en las y los firmantes de paz del departamento, en particular el Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Agua Bonita que visitamos el 6 de mayo. Ejemplo de reintegración y de construcción de un proyecto de vida y de comunidad con todas las veredas vecinas en el municipio de La Montañita. En el gran trabajo que han hecho la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, la Alcaldía, la Gobernación y nuestros socios de siempre, la Misión de Verificación de la ONU y la MAPP-OEA, para acompañar su proceso de reincorporación, su apuesta por la paz de Colombia.
De forma más general, pienso en todas y todos los socios del programa Rutas PDET, que han hecho posible vislumbrar una vía para lograr la paz y el desarrollo económico de la mano con la protección del medioambiente, a través del fortalecimiento de la cadena láctea y la del cacao, de la ganadería sostenible, de la regeneración de los bosques, y del mejoramiento de vías rurales por las mismas comunidades. Aquí están hoy la Agencia de Renovación del Territorio - ART, la Red Adelco, la Alianza Biodiversidad Internacional, el Centro Internacional de Agricultura Tropical, Conexión ICCO, compañeros y compañeras de este proyecto emblemático del Fondo Europeo para la Paz.
Y como hablaba hace unos minutos de la valentía de las comunidades y de los liderazgos de Colombia, quiero rendir un homenaje a la comunidad del Pato Balsillas, en la punta norte del departamento del Caquetá. Primera reserva campesina del país, proceso organizacional de los más robustos de Colombia, que se encuentra bajo una presión muy fuerte de parte de dos grupos armados, y que sigue luchando por sus derechos y por un territorio libre de presencia de actores armados. La Unión Europea está a su lado. Seguiremos insistiendo para que las autoridades del país protejan a su comunidad, símbolo de la lucha del campesinado colombiano por la paz y la protección de la naturaleza.
No voy a extenderme más, pero sí les quiero invitar a recorrer esta finca, este bosque de sabores biodiversos, y a conocer sus protagonistas: los lácteos, el cacao, el copoazú, los productos forestales no maderables, la seguridad alimentaria y el ecoturismo – que son también los protagonistas del futuro del Caquetá. Gracias a Magnolia y Johny, nuestros anfitriones, por tan amablemente prestarnos su hermosa Casa Campesina.
El motivo de nuestra visita conjunta al Caquetá, lo que vinimos a celebrar y a reafirmar aquí, se puede resumir en pocas palabras. La paz de Colombia es un proyecto de país y de territorio, que se construye a lo largo de los años. El mismo Acuerdo de Paz llega este mes a siete años y medio de sus 15 años de implementación, es decir, precisamente a la mitad del camino. El Equipo Europa ha estado al lado del Caquetá desde el inicio. Estaremos a su lado por el resto del camino.
Que viva el Caquetá.
Que viva Colombia.
Que viva la Unión Europea.
Y que viva la paz, porque es nuestra naturaleza.